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Parque Manuel Antonio en vilo

Tierra

Plantean reformas para permitir un mayor ingreso de turistas conforme a dinámica de flujo. Especialistas alzan la voz, pues se carece de un estudio técnico que garantice el fin primordial de un parque nacional, el cual es proteger la flora, la fauna y el hábitat de especies que se encuentran en peligro o amenaza de extinción y plantas endémicas del país.

 

El 21 de octubre de 2021 la entonces diputada Franggi Nicolás Solano presentó un proyecto de ley para reformar los párrafos primero y segundo del artículo tercero de la Ley 9885 de 24 de agosto de 2020, ley que reforma la Ley 5100 de noviembre de 1972 y sus reformas, Parque Recreativo Manuel Antonio.

El objetivo, menciona el proyecto, es facilitar herramientas que promuevan el dinamismo y la innovación que se requiera para el desarrollo del sector turismo, para generar nuevas fuentes de empleo y que se den las condiciones necesarias para proteger el ambiente dentro del parque.

En la actualidad, el Parque Nacional Manuel Antonio (PNMA) permite un acceso de 3 mil turistas por día (el único estudio de capacidad de carga conocido establecía un máximo de 600 entre semana y 800 fines de semana) y cierra un día a la semana. La propuesta parte de la premisa de que no existe sustento técnico que respalde algunos aspectos en la gestión del parque, específicamente en cuanto a los días habilitados para ingreso de los visitantes y el horario.

“La aseveración de que no existe sustento técnico se aleja tremendamente de la verdad, ya que en el Instituto Internacional en Conservación y Manejo de Vida Silvestre de la Universidad Nacional (Icomvis-UNA), hemos generado investigación sobre las especies de fauna silvestre que tienen interacciones con los turistas en el PNMA desde 1990 y más permanentemente desde el 2012”, dijo Joel Sáenz, director del Icomvis-UNA.

Agregó que los resultados obtenidos han servido como justificación científica para tomar algunas de las decisiones de manejo que han sido atendidas por la administración del parque, incluyendo la prohibición para acampar, el cierre de un día a la semana (actualmente martes), la restricción en el ingreso de alimentos, y el rechazo al aumento de la capacidad de carga. “Todas estas medidas se plantearon con el propósito de resguardar los recursos naturales que deben protegerse en un área silvestre protegida”.

El pasado 7 de marzo las investigadoras Laura Porras y Grace Wong, del Icomvis-UNA, tuvieron audiencia en la Comisión Permanente Especial de Turismo de la Asamblea Legislativa, con el objetivo rebatir algunas de las afirmaciones que se presentan.

De acuerdo con los datos de la administración del parque, en 1990 la visitación era de 127 mil turistas al año; en el 2015, de 418 mil; para el 2016, rondaba los 445 mil y en el 2018 alcanzó los 524.906 personas. Si bien el parque puede recibir visitas turísticas, su objetivo primordial es proteger la flora, la fauna y el hábitat de especies que se encuentran en peligro o amenaza de extinción y de especies de plantas endémicas para el país.

Para resguardar este objetivo, se establece un número máximo de visitantes permitidos por día, conocido como capacidad de carga. En el PNMA, esta capacidad de carga ha sido irrespetada históricamente, lo que ocasiona que los recursos naturales del parque están siendo sometidos a una alta presión dada la gran cantidad de turistas a la que se le permite el ingreso, y que va en aumento año tras año, lo que provoca un impacto continuo y constante sobre el área protegida.

Según detalló Porras, la capacidad de carga en el 2010 se había establecido en 600 visitantes, “y ahora ya van por 3.000, sin haber hecho un estudio técnico; no hay ningún estudio de capacidad de carga que permita hacer ese aumento. El incremento de la visitación afecta el objetivo real del PNMA, y de los parques nacionales del país”.

En el 2012, las investigadoras habían identificado 12 tipos de interacciones que ocurren entre los turistas y los animales silvestres, “a la fecha llevamos más de 16, y la mayoría de esas interacciones tienen que ver con alimentación, con la comida que los turistas ingresan al parque y que los mismos turistas le dan a los animales”, dijo Porras.

De acuerdo con la investigadora, la fauna silvestre que habita en el parque, principalmente aquellos animales que se movilizan por la zona de uso público, están sometidos a mucha presión por la cantidad de personas que ingresan diariamente, algunas especies pueden no tener la capacidad de adaptarse a esta situación y esto les puede generar estrés, y llegar a deteriorar su salud.

“¿Qué le pasa a los animales cuando interactúan con los turistas? Modifican su comportamiento a largo plazo, les genera estrés por el ruido, por las peleas que tienen ellos por la comida que llevan los turistas, ¿y qué pasa cuando los animales están sometidos a estrés? Su sistema inmune baja y se pueden enfermar de cualquier cosa, y morirse por cualquier cosa también. Cambian sus ámbitos de acción; o sea, el área en la que se mueven dentro de un área natural cambia, los animales se mueven más por la playa; aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades zoonóticas, y esto es algo muy importante, porque no es solo que el animal se enferme, sino que se pueden enfermar los turistas y ahí sí tendríamos un problema muchísimo más grande”, indicó Porras.

Según la especialista, hay otras especies que tienen la capacidad de adaptarse a la presencia del ser humano y más bien aprovechan la cantidad de “alimentos artificiales” que llevan los turistas, lo que va en detrimento de los mismos animales. “Estudios realizados por el Icomvis-UNA determinaron que, debido a la relación entre cantidad de turistas que ingresan al parque con la disponibilidad de estos alimentos, se han alterado visiblemente los patrones de comportamiento de monos cara blanca y mapaches”, dijo Porras.

Está documentado que desde los 80, en el PNMA existen interacciones negativas entre la fauna silvestre y los visitantes al parque. Desde esa época el Icomvis-UNA realiza esfuerzos por generar información que ayude a la administración del parque a tomar decisiones para reducir este impacto negativo.

“En1989 determinamos que los mapaches eran de hábitos principalmente crepusculares con dos picos de actividad, uno al atardecer y otro al amanecer. En ese entonces, durante la época seca se incrementa la visitación turística en el parque, los mapaches reducían su área de movimiento porque prácticamente se trasladaban a vivir en los árboles de la playa Manuel Antonio y Playa Espadilla para buscar alimentos en las tiendas de campaña de los visitantes durante la noche y en los basureros ubicados en la playa. A raíz de esa información se eliminaron las áreas de acampar en el parque. Recientemente se repitió el estudio y se determinó que la actividad de los mapaches en el área de uso público del PNMA es básicamente diurna y está relacionada directamente con la presencia de visitantes en las playas Manuel Antonio, Espadilla y Gemelas. Los mapaches han ajustado su horario de actividad a los horarios de visita de turistas para obtener alimento de los visitantes”, detalló Wong.